Hablo en nombre de mí mismo, y de lo que he aprendido a lo largo de dos años y medio en la carrera de Psicología. Hablo en nombre de la poca Psicología Social que conozco pero que elegí como medio para ayudar a poner mi grano de arena en el cambio social. Quino, para los que tuvieron la oportunidad de leer su obra maestra: Mafalda, dice que si uno no se apura a cambiar el mundo, será el mundo quien acabará por cambiarlo a uno, y hasta ahora, la vida no ha podido reprimir en mí la percepción de que algo no está bien con esta forma en la que vivimos.
Max-Neef habló desde la economía para criticar la manera en que las universidades promueven la visión un mundo no humano que existe fundamentalmente para el uso y la explotación del hombre. Repasando la jurisprudencia, y las tradiciones religiosas occidentales, el autor evidencia deprimentemente que desde la revolución científica en el s. XVII, nos estamos acabando la Tierra.
El olvido de los anhelos vocacionales
Me toca a mí hablar desde la disciplina Psicológica. Los ideales mecanicistas y neoliberalistas se ven reflejados tanto en mi vida cotidiana como en mi Plan de Estudios. La gran mayoría de los estudiantes sigue optando por líneas terminales remunerables en vez de dedicarse a aquello que en realidad encuentran interesante. Esto es una realidad no sólo de mi Facultad, sino de la educación de mi país en general. Nosotros los jóvenes, tendemos a sentirnos atraídos, no hacia aquello que enriquezca nuestro espíritu, sino hacia aquello que nos llene mejor el bolsillo. Importante: no ignoro la realidad económica del país, ni las condiciones actuales del mercado laboral, hay que tener de dónde comer. Sin embargo, la excesiva preocupación por tener un buen sueldo (alimentada por las exigencias sociales de nuestro sistema capitalista neoliberal) hace que la visión de los estudiantes se opaque, y promovamos la explotación terrestre en pro del enriquecimiento personal.
La sociedad nos exige que los estudiantes salgamos a trabajar tan pronto terminemos los semestres correspondientes. Entre más pronto nos titulemos mejor. Por eso algunos de mis amigos optan por temas de tesis sencillos, o mejor aún, deciden que la tesis es demasiado trabajo y prefieren estudiar para un examen de conocimientos. Muchos otros ni siquiera se titulan porque las condiciones les exigen que ejerzan como pasantes. Reitero, mi crítica no es hacia los estudiantes que deciden hacer examen, ni hacia aquellos pasantes que trabajan lo más pronto posible; mi crítica es hacia la tendencia de siempre buscar el camino corto, descuidando aspectos como la ética, la situación del planeta, y los verdaderos anhelos vocacionales del individuo, que muchas veces se ven replegados a “lo que quería ser de niño pero que nunca hice porque tuve que ponerme a trabajar” o “aquello que me gustaba hacer pero que cambié por algo mejor pagado”.
Alguna vez me tocó escuchar al buen Pablo Fernández decir que “Esta generación de desempleo es más difícil. Hoy en día los estudiantes están más preocupados en estudiar materias que aunque no les gusten, se toman con la intención de obtener trabajo, y el estudio de la Psicología pasa a segundo término”. Su argumento era que de conseguir, o no, trabajo de psicólogos, la Psicología es interesante, y el conocimiento en sí mismo y la universidad son interesantes. “Si uno puede lograr hacer que la realidad, que la Psicología sea interesante, independientemente si de eso vaya a vivir o no vivir, con eso ya tiene uno un logro gigantesco para el resto de su vida” A esto me refiero cuando hablo de la reivindicación de los anhelos vocacionales.
Los eternos debates que impiden la culminación de la transdisciplina
Con respecto a lo otro, la ética y la situación del planeta, pareciera que mi disciplina sigue en los mismos debates de la época de Descartes: si la mente y el cuerpo son lo mismo, o cosas separadas; o del siglo pasado: si la Psicología es ciencia natural o social. Nuestras tradiciones están peleadas, y no logramos converger en casi nada, salvo que el humano piensa (por fin nos dieron la razón los conductistas y se volvieron “cognitivo-conductuales”). Las mismas teorías de una sola tradición se ven feo, y nunca falta el profe que descalifica los demás profes diciendo que su materia es la única de verdad, y que las demás son sólo palabrerías. No hemos logrado la transdisciplinareidad.
Así, cuestiones como si el conocimiento psicológico se aplica éticamente o si nuestras aportaciones verdaderamente afectan el devenir del mundo para bien, pasan a segundo término. No hemos logrado comprender que las cosas no son así: no existe un mejor método, o una mejor teoría. Existe una diversidad inmensa, pero nuestro sistema educativo y laboral nos exige a especializarnos, dejando de lado, no sólo lo que nos gusta (como ya expliqué en el apartado anterior), sino también lo que nos pudiera servir como puntos alternativos de vista. El eclecticismo es duramente castigado en mi facultad, y mi postura no es alentarlo, del eclecticismo (a mi parecer, resultado de una imposibilidad para unificar el conocimiento) a la transdisciplina hay un gigantesco paso. Sin embargo, el hecho de que desde pequeños (primer semestre), la gran mayoría de los profesores no alienten la exploración de otras teorías, sesga nuestro entendimiento del mundo y de la realidad psicológica.
Conclusiones
No toda la Facultad es así. Inclusive, la reestructuración del Plan de Estudios a su versión actual (2008) es un ejemplo magnífico del esfuerzo por cambiar el esquema tradicional. Los estudiantes no nos atiborramos de materias de corte conductista desde los primeros semestres y tenemos, más bien, acceso a distintas tradiciones desde un inicio. Tenemos materias denominadas “Contextuales” donde el sistema educativo busca recuperar la importancia de la ética (Ética Profesional), la transdisciplina (Transdisciplina I y II), y otras áreas científicas y socialmente polémicas relevantes (Conocimiento de Frontera I y II).
Aún así, el cambio de plan no es suficiente por sí mismo. No explicitaré reiteradamente que “lo que necesitamos es crear consciencia”, como lo hace todo el mundo que se queja de las problemáticas actuales. Además, si algo he aprendido a lo largo de mi estancia aquí, es que todos los cambios sociales (de creencias, actitudes, paradigmas) toman mucho tiempo. Mi trabajo no dice otra cosa que antes no se haya dicho, ni propone nada que antes no se haya propuesto, es simplemente una crítica personal hacia la manera en que estudiamos dentro de mi facultad, y que espero sirva como otro grano de arena en esta pretensión por reivindicar los verdaderos intereses y vocaciones de los estudiantes, y la importancia de lograr romper con el esquema monista teórico-metodológico para lograr la sincera comprensión de lo humano, con el único fin de reeorientarlo para integrarlo nuevamente a la naturaleza de donde surgió y perder así, en palabras de Erich Fromm, el miedo a la libertad.
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