Mi maestro de actuación dice que el verdadero teatro perdura en la mente del espectador una vez la obra ha concluido. Este año por fin me expuse a lo que no me había expuesto en toda mi vida; si he de llamarme artista, supongo coherente que me exponga a los diversos trabajos de verdaderos profesionales. “Hacerme de buen oído”, pues. Tener criterios y bases. Saber. Poco o casi nada, pero no permanecer en la ignorancia. Quisiera rendir tributo a las puestas en escena que he presenciado a lo largo del año, exceptuando quizás dos presentaciones dancísticas; la primera en el teatro Benito Juárez llamada Momentos Inesperados, de Emma Pulido; y la presentación de Talleres Libres de la UNAM en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario. Dado que todavía carezco de capacidad para comprender el lenguaje de la danza, me limitaré a mencionarlas en esta revisión. Por otro lado, quisiera aclarar que la gran mayoría de las obras que mencionaré a continuación ya concluyeron temporada. No las estoy recomendando, a lo más estoy haciendo remembranza de lo que me dejaron en la mente y/o en el corazón, asegurando su trascendencia en mi blog.
Basta Morir de Iris García Cuevas, se presentó en el Auditorio de la Biblioteca Vasconcelos a finales de junio del año en curso, con la participación de la Escuela de Iniciación Artística No. 4 del INBA (generación 2004-2010). El argumento: una escritora se entera que su antiguo novio ha muerto, a ella no parece causarle tristeza. Un detective llega a su casa a averiguar el “aparente suicidio” del joven y le hace algunas preguntas a la escritora. Mientras la historia transcurre entre el ir y venir de muchísimos
flashbacks, nos damos cuenta de que el detective también ha sufrido una enorme pérdida que no ha logrado superar. Ambos se enamoran, pero ninguno quiere decirse la verdad. Al final nos hemos dado cuenta de lo que en verdad ha pasado: tanto la escritora mató a su novio en un arranque de furia, como el detective mató a su esposa en un arranque similar de desesperación por la muerte de su hijo en un descuido de la madre. De ambos culpables, sólo uno resta para llorar todas las muertes cuando la escritora se suicida. Su amor no llega a término, queda interrumpido por la verdad que sólo al detective le queda afrontar. “Para perdonar hay que entender” se queda grabada en mi mente para siempre. El escenario se ha puesto de tal forma que todos los personajes están en escena, de espaldas, a las orillas del escenario. Sólo los que conversan se encuentran en el centro, de frente. No hay puertas, todos van y vienen a través de marcos enormes, que los actores atraviesan constantemente. Sucede que cuando un personaje sale de escena, enuncia su despedida al mismo tiempo que el personaje que entra enuncia su saludo. El escenario nunca se queda vacío, cuando alguien sale, alguien más, simultáneamente, regresa diciendo lo mismo. La obra ha sido satisfactoria, las actuaciones magníficas. Les recomiendo ampliamente la historia, está publicada.
En pausa es una creación colectiva de la compañía Bruja Danza, dirigida por Alejandra Ramírez. La puesta en escena de danza teatro comienza con cinco artistas realizando movimientos repetitivos y asilados. Ninguno se habla, ninguno se toca. Cada uno en su mundo. El Foro Sor Juana Inés de la Cruz, localizado en el Centro Cultural Universitario (CCU) se va llenando poco a poco un miércoles de junio. Los artistas comienzan a moverse narrando una historia. Yo no la entiendo, me falta muchísimo oído para ver la danza e interpretarla. De pronto todos se detienen y se levantan, una se sienta y comienza a fumar. Uno de los artistas se nos acerca y nos narra un instante de su vida que lo marcó para siempre. “Son estas pausas que nos marcan para siempre”, nos dice. Yo le creo, y entonces lo veo todo. La chica que se ha puesto fumar es violada y maltratada por los demás. Quizá eso fue lo que la marcó a ella, pero no nos lo cuenta. Antes de que logre encontrar el sentido de todos, las luces se apagan y nos damos cuenta de que el Foro nunca dio la tercera llamada. No lo necesitaba, desde que se empezaron a mover los artistas, ya habían captado toda nuestra atención. Tuve la fortuna de sostener una breve entrevista con la realizadora, quien nos contó que en realidad, toda la coreografía fue una creación basada en eventos verídicos de cada uno de los intérpretes. Nos promete más escenarios, yo espero algún día encontrarme algún anuncio que promocione a la compañía de Bruja Danza para que me cuente otra historia. Quizá esta vez esté más educado.
Instantáneas es una producción que se presentó en un auditorio (cuyo nombre ya no recuerdo) del Centro de Capacitación Cinematográfica. La obra en sí no me gustó del todo. El argumento relata las distintas problemáticas en diversas familias: un transexual que huye del rechazo de su padre y de la discriminación de una de las enfermeras en la cirugía para cambiarse de sexo, una madre soltera que reclama constantemente a su madre el despojo del nieto, un hijo que vive a la sombra de la madre por el hijo mayor que es invidente, una pareja que no puede tener hijos y que usan el engaño hacia ellos mismos para que ella pueda inseminarse de alguien más. La escenografía consta tan sólo de un escenario vacío salvo varios módulos: cubos huecos de madera que pueden apilarse para simbolizar una silla, una mesa, una cama, o un pedestal. Para cada conflicto existe un color que visten los personajes. La pareja viste de verde, la hija y su madre visten de rojo, los hermanos y la madre visten de azul, el chico que quiere ser chica y su amiga visten de rosa. Cada vez que los personajes del conflicto entran, varios flashes irrumpen en escena y ellos posan ante las cámaras, dejándonos claro que mucho de la vida social, se basa en las “poses” que tomamos ante los demás, aunque por dentro nos estemos deshaciendo, o sintamos alguna otra cosa.
En total, a lo largo del año he acudido a dos conciertos de talla académica. El primero fue parte del
Ciclo Contempo presentado en el Centro Nacional de las Artes:
Recital de Corno y Piano por Mauricio Soto (en el corno) y Józef Olechowski (en el piano); y el segundo fueron los
Grandes Coros de la Ópera Romántica en el Auditorio Nacional, presentando a L
a Orquesta Sinfónica de Minería, el Coro Filarmónico Universitario, el Coro ProMúsica y el Coro de la Facultad de Ingeniería, donde participó mi amiga Ingrid, de la Facultad de Psicología (UNAM). Del primer concierto, no me queda más que decir que si antes del 8 de Julio me hubiesen mostrado una serie de instrumentos y me hubieran pedido “identifica el Corno”, habría fracasado monumentalmente. No sabía que tal instrumento pudiera ser tan melodioso, entretenido e incluso dinámico. Inmediatamente mi mente viajó a los tiempos de Gondor; aquellos tenían que ser los antecesores del cuerno moderno. El segundo concierto fue más impresionante, estuvo magnífico.
Requiere una entrada completa que escribiré más adelante.
Soy Jasón, tengo 28 años se presentó en el Centro Cultural de la Diversidad. Una obra que no comprendí del todo. Una alegoría a la decadencia del género humano. Un mundo post-apocalíptico donde se hace referencia a los antiguos románticos y a una Ciudad de México devastada. Jasón busca la clave para recuperar las emociones y el romanticismo en su época. Como Alicia en el País de las Maravillas, se encuentra con varias figuras que entre que la orientan y la desorientan para alcanzar su objetivo. La inconformidad de Jasón lo obliga a viajar en el tiempo hacia inicios del siglo XXI, a nuestro tiempo. Y ahí, la obra concluye. No sabemos lo que encontró Jasón en nuestro tiempo, o si realmente nuestro panorama satisfizo su inconformidad ante la humanidad. No sé, a menos de que viniera muy recomendada, no iría a ver una obra a ese foro otra vez. Soy Jasón, tengo 28 años me dejó insatisfecho.
Hago un paréntesis para anexar aquí dos películas de cine de arte, y una de terror independiente, que aunque no cuentan como puestas en escena, valen la pena revisar: Tres Monos y Donde Viven los Monstruos se exhibieron en la Sala Julio Bracho del CCU, y en la Cineteca Nacional, respectivamente. El Festival Macabro proyectó en su inauguración la película Somos lo que hay en el género de canibalismo. El filme que presencié en la Cineteca me dejó tal impacto que reservaré una entrada para ella sola más adelante.
Tres Monos, de Nuri Bilge Ceylan, fue una proyección bastante… interesante. Mi experta amiga fanática y crítica de cine Chapitas me dijo que ya había experimentado el trabajo del director anteriormente, pero que esta producción en particular fue de lo más tediosa y molesta. “Todo el argumento que sucedió en dos horas…”, dice, “…pudo haberse resumido en cinco minutos”; un chofer que acepta ir a la cárcel para cumplir la condena de un asesinato accidental que no cometió a cambio de dinero de su jefe, el verdadero culpable. Mientras él está en la cárcel, el hijo y la madre tienen que arreglárselas, lo cual sucede más rápido de lo que esperamos ya que la madre decide pedirle un adelanto al jefe de su marido, iniciándose un amorío entre ambos. El padre sale de la cárcel, pero el hijo ya los ha descubierto, y calla. El esposo poco a poco se da cuenta de la verdad, pero no hace nada. Chapitas tiene razón, los personajes casi no dijeron palabra alguna. La historia sucede entre miradas y silencios. Aún así, tuve que discrepar con mi amiga; más adelante la cosa se pone bastante interesante. El hijo decide seguir a su madre, y descubre que en realidad, más allá del dinero, la esposa está desesperadamente enamorada del jefe de su marido. Incluso se arrodilla y le ruega se vayan a vivir juntos, pero el jefe se niega y la trata como a una cualquiera. El hijo entonces decide asesinar al jefe y confiesa su crimen a sus padres, quienes ya no pueden dormir juntos a causa de la tensión entre ellos. La trama llegó a un punto tal, donde lo único que pedía era, con terror, que la esposa no se suicidara tirándose desde el tercer piso en su tristeza y desesperación. Creo que nunca había pedido con tanto fervor que alguien no se muriera en una película. Aunque Chapitas sepa muchísimo más de cine que yo, diría que el filme valió la pena.
Nunca había escuchado hablar del festival de cine Macabro. Cuando llegamos a la Cineteca, había una fila grandísima. La sala se iba a llenar, era inminente. En la sala, diversos costales se convulsionaban para dejar salir a mimos que iban de aquí para allá haciendo locuras. Uno tocaba el acordeón, lo cual le daba a la sala un ambiente de prestige. El discurso inaugural fue de lo más pesado y extenso; sin embargo, logré darme cuenta que estaba rodeado por Fans. Fans-from-hell del cine de terror, Fans que sabían de caníbales, de zombies, de asesinos seriales y de toda clase de muertes tenebrosas. En mi caso, era mi primera película oficial de terror. Siempre nos han enseñado a diferenciar entre el terror y el suspenso. En este caso, la diferencia es mucho más abismal de lo que yo pensaba. Una familia de caníbales que se desintegra poco a poco tras la muerte el padre. Cuando éste no regresa a casa, alguien tiene que tomar el papel de líder para perpetuar “El Rito”, que consiste en comerse a alguien cierto día a cierta hora. Al parecer, la familia lo ha hecho por generaciones. El problema es que, ahora sin la ayuda del padre, es difícil conseguir una nueva víctima. La madre insiste en que no quiere volverse a comer una prostituta, así que se encierra en su cuarto y deja que los tres hijos, dos hermanos y una hermana, resuelvan el problema. El mayor debería ser el líder, aunque es el más temeroso; el menor es el más impulsivo, por pelearse con clientes del tianguis les han retirado su puesto en el mismo; la menor es la más inteligente, fría y calculadora, apoya al mayor para que asuma el papel de líder y se dé a respetar ante su hermano, quien constantemente lo está retando. A la trama se agregan dos antagonistas (quienes irónicamente, vendrían a tomar el papel de “los buenos”), un judicial y su pareja que buscan encontrar la verdad ante los extraños asesinatos que incluyen canibalismo. La película no cae en el gore, casi no hay sangre ni gente comiendo carne descaradamente. La mayoría de las muertes ocurren en planos ocultos, detrás de un librero o una pared. Los remates en el soundtrack dan a entender que alguien ha dado un hachazo en la cabeza a alguien. Es interesante escuchar al director hablar de los policías buenos como los antagonistas de la película, pero es cierto. Si los caníbales son los protagonistas, los policías (por mejores intenciones que tengan) no pueden ser sino los antagonistas al oponerse a las acciones de los primeros. Al final, me quedé con ganas de ver una película de zombies. Ni modo, será para el próximo año.
Zoot Suit, de Luis Valdés, fue un musical que me dejó con los pelos de punta de la emoción. Presentado en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón en el CCU, relata la historia del pachuco Henry Reyna y su lucha contra la represión social de los Estados Unidos ante los chicanos en ese entonces. Para todos aquellos los que no saben qué es un pachuco, basta mirar algunos trabajos de Tin-Tán (de quien soy profundo admirador). Música y Baile Swing (del cual soy Fan), canciones y una historia que involucra represión, discriminación y sociedad. El trabajo de la Compañía Nacional de Teatro es impecable. No digo más porque no hay nada más que decir. La historia es muy larga y no pretendo hacer un spoiler de la misma, vale la pena COMPLETAMENTE ir a verla de presentarse nuevamente. Se ha hecho una adaptación cinematográfica del musical, ha de conseguirse. Los dejo con la cosquilla y con una reseña de Cynthya García Leyva para la página de Difusión Cultural de la UNAM:
Después de cuatro meses de trabajo de remodelación, el Teatro Juan Ruiz de Alarcón abrió sus puertas para el estreno en México de Zoot Suit, del dramaturgo chicano Luis Valdez.
"Zoot Suit comienza después de haber cruzado la frontera", dijo en conferencia de prensa Luis de Tavira, director de la Compañía Nacional de Teatro del INBA, que estrena, en coproducción con Teatro UNAM y Conaculta, esta obra escrita y dirigida por Luis Valdez (California, 1940), fundador del Teatro Campesino y a quien muchos consideran como el padre del teatro chicano.
A partir de una incorporación del modelo brechtiano, Valdez monta una obra de no pocas implicaciones. Hay en ella, para comenzar, una triple visión del autor sobre la figura del chicano: la que dibuja en el montaje original sobre la comunidad mexicana de los años cuarenta en Estados Unidos -que fue adaptado y llevado a la pantalla en 1981; ésa que supone precisamente pensar al chicano en las condiciones particulares de los setenta (década en la que se estrenó la obra) desde la propia experiencia de la chicanidad; y otra que se proyecta décadas después, en 2010, desde la nueva adaptación para teatro y desde una nueva -aunque todavía harto compleja- situación de los mexicanos en territorio estadounidense.
Zoot Suit es una obra que acentúa las preocupaciones sociales que atañen al teatro de Valdez, bajo esa idea del teatro como necesidad, como plataforma para la crítica; pero es también esa agudeza llevada a escena que juega con la ambigüedad del título: la figura del pachuco representada a través del traje zoot (que también vestían otras minorías y grupos marginados en Estados Unidos); el término que alude a la cultura del jazz y el swing; ése otro que refiere a algo jocoso, "suave", "de onda"; y uno más, que quizás engloba todos los anteriores, el que sugiere la idea de mezcla, de multiculturalidad.
Si algo puede rescatarse del montaje de esta obra es el abanico de lecturas que se insinúa respecto a quién es el pachuco, el chicano, sobre el otro, sobre la natividad, sobre la hibridez cultural. Y es que los recursos utilizados no se resguardan en el vaivén del diálogo, se llevan al dinamismo del juego con el tiempo escénico -casi en lenguaje cinematográfico-, a las posibilidades que otorgan el teatro musical, la complejidad del spanglish (o espanglés) y de la situación cultural de quienes lo hablan, el drama y la comedia.
Con música del compositor chicano Lalo Guerrero (1916-2005) y bajo la realización de un gran equipo creativo mexicano, Zoot Suit deja claro lo que señalaría Luis Valdez días antes del estreno de su obra: "la cultura es una negociación, un intercambio".
(http://www.cultura.unam.mx/index.html?tp=articulo&id=1438&ac=mostrar&Itemid=188&ct=294)
Alguna vez vimos en clase el efecto producido por el choque de hipercampos entre los actores y los espectadores en un teatro. Sucede un fenómeno tal, que se logra una confrontación liberadora, la ruptura de barreras y el cambio en la manera de pensar de los presentes. Por supuesto, mi experiencia me ha dejado claro que esto no sucede en todos los casos. Y aún así, sigo sin entender qué fue lo que hizo que 9 Días de Guerra en Facebook de Luis Mario Moncada me dejara tan trastornado al salir del Foro Sor Juana. Considero pertinente mencionar el hecho de que el Foro Sor Juana es un teatro tipo Black Box; literalmente, una caja negra. Normalmente utilizado para abordar el teatro de búsqueda, el Black Box permite una intimidad con todas las dramaturgias (de escenografía, de argumento, de actuación, de musicalización, etc.) que no se puede lograr con escenarios convencionales. Los actores frente tuyo desarrollan la problemática a no más de dos metros de distancia. 9 Días de Guerra en Facebook es la primera de las únicas tres obras de carga sociohistórica que he visto hasta ahora; vaya la mención, llegaron varios puntos en la obra donde no entendía nada. Y es que este tipo de proyectos pueden tener dos consecuencias en el espectador. En primer lugar, evidencian nuestra necesaria ignorancia del mundo (y ni así podríamos anticiparnos a la temática de cada obra a la que pretendemos ir, e investigar a priori); de esta forma, infundan una segunda necesidad de ponerse a leer después de exponernos al argumento en escena. En sí, la obra relata una guerra virtual desatada en un foro de debate donde participaron cientos de facebookers sobre el conflicto Árabe-Israelí. A continuación, un fragmento del programa:
“Quien suponga que una u otra guerra tuvo inicio y tendrá fin lleva la candidez hasta la tontería. Mientras escribo esto las agencias de noticias despliegan en la franja de Gaza ejércitos de corresponsales, los jerarcas del mundo fingen meter freno al desenfreno de pólvora y sangre que en absoluto les interesa frenar, los gobiernos de Israel y de Palestina vuelven a cargar contra sus pueblos: el aniquilamiento de los otros justifica la muerte de los propios.
Hace un año y meses fue lo mismo, devastador y absurdo. Yo, en nombre de la paz, abrí un debate violento que se me fue de las manos. Luis Mario Moncada volcaba su asombroso talento en dramatizar con orden y coherencia el drama caótico que la palabra escrita orinó en la red social donde poco antes celebrábamos reencuentro y afinidades […] Si quienes escribían ante sus pacíficos ordenadores loando la nueva era del Hombre eran los mismos artistas e intelectuales que sacaron del talego de la brutalidad su fanatismo, podemos asumir que Babel prevalecerá sobre las ruinas de los evangelistas de la modernidad: Nunca fuimos hommo erectus, hommo ludens, hommo videns ni embeleco que se le parezca: fuimos y hemos de ser hommo babelicus incapaz de entender siquiera sus propios aullidos, su personal palabrería que, disfrazada de argumento, parece nutrida de neuronas pero lleva la sangre incurablemente infestada por el odio; y esto –¡qué tristeza!—alude a gente con postgrados y méritos diversos olvidados en el lodazal de la mala palabra que no es la altisonante sino la que se usa para apuntalar el crimen”.
Miguelángel Díaz Monges, autor del mensaje anterior, fue quien inició el sangriento novenario en nuestro mundo real. Con la ayuda de un pizarrón gigante a modo de
muro de facebook, los actores se la vivieron como si estuvieran todos presentes a la hora de comentar en sus computadoras. Los vimos como realmente habrían estado: en ropa interior, semidesnudos, desayunando un plato de cereal en sus casas. De los argumentos pasamos a las pedradas, y de las pedradas a los insultos. Eso sí, siempre con sutileza e inteligencia. Fue impresionante observar una recreación gráfica del fenómeno
Facebook, diecisiete personas hablando todas al mismo tiempo, comentándose entre sí. Algunas debatiendo, otras aprovechando para ligar. La obra culmina con Luis Mario (haciéndola de Miguelángel) eliminando a una de las participantes, cuyo acoso ya no soporta, y de quien ya no puede escapar. La disputa, más allá de los argumentos, se tornó completamente personal, la pelea ya no es en contra de las ideas, sino en contra de los que las sostienen. Y todos sentimos que en realidad, Rosalinda está muerta. Ha sido eliminada por el moderador y fue metida a la fuerza en una caja que emula una papelera de reciclaje. El moderador cierra el debate, todas las posturas están malheridas, el conflicto termina, y aunque no nos sentimos bien, aplaudimos el trabajo de los actores, quienes han expuesto virtuosismo y sublimidad al actuar. Salgo molesto, algo en el estómago me reprime y me estruja. Fue el Black Box, fue el hecho de ser mi primera, o casi mi primera vez. Fue el argumento, lo desconozco. Quiero ser actor, quiero participar en proyectos así. Dejar el mismo vacío en las vísceras que me dejaron a mí. Así tal vez le quite dos miligramos de anestesia a mi pueblo, tal vez encuentre una manera de lograr un cambio significativo en la sociedad. Es eso o caer intentándolo. “Sigue soñando” me dicen, pero justamente eso es lo que ocurre conmigo. Sigo soñando sin quitar los pies del suelo, no tiene nada de malo.
